
La operación «Martillo de Medianoche», llevada a cabo por Estados Unidos, marcó el mayor despliegue de bombarderos B-2 Spirit en su historia militar, con más de 125 aeronaves involucradas en un ataque quirúrgico contra sitios clave del programa nuclear iraní. El Pentágono confirmó que fueron utilizadas más de 75 bombas y misiles, incluyendo bombas antibúnker de 13,600 kilos lanzadas sobre Fordow y Natanz, además de misiles Tomahawk disparados desde un submarino hacia Isfahán. Según el general Dan Caine, esta fue también la misión más extensa desde los ataques del 11 de septiembre de 2001.
La operación, que comenzó la noche del viernes y culminó el sábado sin bajas estadounidenses, fue planeada con meses de anticipación y ejecutada bajo estricto sigilo. Los B-2 despegados desde Misuri cruzaron miles de kilómetros, mientras otros actuaban como señuelos desde Guam. Trump supervisó la ofensiva desde la sala de crisis de la Casa Blanca, poco después de pasar el día en su campo de golf. La misión fue descrita por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, como una acción quirúrgica, enfocada en desactivar amenazas estratégicas sin afectar a civiles ni buscar un cambio de régimen.
El gobierno estadounidense justificó la ofensiva como una respuesta a la creciente amenaza nuclear iraní y en defensa de sus intereses y de su aliado, Israel. Aunque Trump lanzó un mensaje desafiante advirtiendo a Irán que elija entre la paz o una “tragedia aún mayor”, enfrenta ahora críticas dentro de su propio partido por intensificar la intervención militar en Medio Oriente. La comunidad internacional se mantiene en alerta ante una posible escalada en la región.