Altos funcionarios del gobierno de Donald Trump y ejecutivos de empresas estadounidenses han sido blanco de falsificaciones digitales creadas con inteligencia artificial (IA) para suplantar identidades y obtener información sensible. Entre los casos recientes figura un deepfake del secretario de Estado, Marco Rubio, utilizado para contactar a autoridades extranjeras, así como imitaciones de la jefa de despacho de Trump, Susie Wiles. Expertos advierten que esta tecnología, accesible y cada vez más realista, representa una amenaza directa para la seguridad nacional y la confianza pública.

El riesgo no se limita al ámbito político. La industria financiera y tecnológica enfrenta intentos de fraude y espionaje mediante deepfakes que se hacen pasar por directivos o candidatos a empleos para obtener acceso a redes corporativas, robar información o instalar ransomware. Autoridades estadounidenses han detectado que hackers, incluidos grupos vinculados a Corea del Norte, han ganado millones de dólares usando estas tácticas. Según proyecciones, en tres años una de cada cuatro solicitudes de empleo podría ser falsa.

Para combatir el problema, investigadores y empresas desarrollan herramientas de IA capaces de detectar fallos en audios y videos manipulados, así como propuestas de regulación para exigir a las plataformas identificar o eliminar contenido falso. Especialistas subrayan que la alfabetización digital será clave para reducir la vulnerabilidad de la población ante este tipo de engaños.