
El segundo debate presidencial se caracterizó por un intercambio acalorado de acusaciones y descalificaciones entre las candidatas Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez. Anticipándose a este encuentro luego de un desempeño desfavorable en el primer debate, Xóchitl Gálvez optó por relegar a los líderes nacionales del PRI, PAN y PRD, coordinándose únicamente con su equipo cercano. Por su parte, Claudia Sheinbaum se enfocó en prácticas intensivas con su equipo de campaña en los días previos al debate.
Ambas candidatas manejaron sus agendas del día del debate con gran hermetismo. Durante el enfrentamiento, Sheinbaum respondió a las acusaciones de Gálvez mencionando contratos obtenidos por la empresa de esta última durante su gestión como jefa delegacional y funcionaria federal.
El debate se convirtió en un enfrentamiento cargado de acusaciones del pasado, presente y futuro, destacando descalificaciones que aumentaron la tensión entre ambas candidatas. Sheinbaum se refirió a Gálvez como la candidata del «PRIAN», mientras que esta última la llamó «narcocandidata».
Entre las acusaciones, Gálvez recordó el caso de sobornos asociado al exesposo de Sheinbaum, mientras que esta última señaló la represión a un pueblo indígena durante el gobierno de Peña Nieto, en la que Gálvez tuvo participación.
El debate finalizó con una tensa atmosfera, reflejada en las palabras de Sheinbaum, quien destacó la importancia de mantener la dignidad en la contienda electoral.
El debate concluyó con la cuenta regresiva hacia las elecciones, recordando que faltaban 34 días, 10 horas y dos minutos según el cronómetro del INE.